Mascotas y Dueños en la Kabbalah
- Pascal Mk Haur
- 29 ago
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No es casualidad que un animal llegue a tu vida. La Kabbalah enseña que todo encuentro es parte de un tikkun (תיקון), una corrección que el alma necesita, y eso también incluye a nuestras mascotas.
El animal porta un nefesh behemit (נפש בהמית), un alma vital. No tiene la capacidad de razonar como el ser humano, pero sí guarda en su interior una chispa divina (nitzotz – ניצוץ) que espera ser elevada. Cuando lo alimentas, cuando lo cuidas, cuando lo acaricias con ternura, esa chispa se eleva contigo.
El dueño es un canal de luz. Lo que llevamos dentro se refleja en nuestros animales:
Si vivimos en calma y gratitud, ellos descansan en paz.
Si estamos en ira y caos, ellos lo absorben y enferman.
Hay un misterio más profundo: el Shaar HaGilgulim del Arizal enseña que algunas almas humanas descienden en forma animal para completar una rectificación. Es decir, esa mascota que tanto amas podría estar unida a ti desde antes, participando en tu propio camino espiritual.
El Zohar dice que quien tiene compasión con los animales atrae la compasión de los cielos sobre sí mismo. Así, la relación con nuestra mascota no es simple compañía, sino un espacio donde se despiertan Jesed (חסד – bondad) y Tiferet (תפארת – armonía).
Cuando miras a los ojos de tu mascota, no estás viendo “solo” a un animal. Estás viendo un reflejo de tu propio mundo interno y un fragmento de la Creación que la vida te confió para elevar.
¿Qué significa esto en relación a las mascotas?
Un animal doméstico no llega a nuestra vida por casualidad. La tradición enseña que cada nefesh behemit (alma animal) que se cruza con nosotros tiene un tikkun (corrección) que cumplir, y muchas veces este tikkun está vinculado al dueño.
1. El Alma Animal y su Corrección
El alma animal es la fuerza vital que anima a los seres no racionales. En Kabbalah se enseña que esta alma también necesita rectificación, aunque no del mismo modo que un alma humana. Cuando un animal se conecta con un ser humano consciente, entra en un proceso de elevación espiritual.
¿Cómo ocurre esto?
A través del cuidado, la compasión y la alimentación con intención. Cuando alimentas a tu mascota con amor y gratitud, estás elevando su chispa divina. El Arizal explica que estas chispas (nitzotzot) quedaron atrapadas en la materia después del Shevirat HaKelim (la ruptura de las vasijas) y buscan ser liberadas mediante actos de bondad y conciencia.
2. El Dueño como Canal de Luz
El ser humano actúa como canal de luz para el animal. Esto significa que la energía espiritual que portamos influye directamente en la vida de nuestra mascota.
Si el dueño vive con armonía, oración y mitzvot (acciones correctas), su mascota vive en calma.
Si el dueño está lleno de ira, caos o negatividad, el animal la absorbe y puede enfermarse o mostrar conductas agresivas.
Por eso el vínculo emocional con el animal no es trivial: es un campo donde se trabaja Jesed (amor y bondad) y Guevurá (disciplina y límites).
3. Reencarnación de Almas Animales
En la mística judía se habla de Gilgulim (reencarnaciones). Algunos textos, como el Shaar HaGilgulim del Arizal, mencionan que ciertas almas humanas que cometieron faltas graves pueden descender a niveles inferiores, incluso al reino animal, para completar su rectificación.Por ello, cuando una mascota se une a ti, podría estar participando en un proceso de corrección relacionado contigo. No es coincidencia: hay una conexión espiritual previa.
Nefesh y elevacion
En la Kabbalah se enseña que todo ser viviente porta un Nefesh (נפש), la chispa vital que anima su existencia. También nuestras mascotas participan de esta llama sagrada, y es por eso que sus ojos reflejan un misterio tan profundo: allí donde el instinto y la ternura se funden, el alma animal reconoce y se enlaza con la del ser humano.
Cuando un hombre o una mujer acaricia a su gato, cuando comparte su vida con un perro fiel, ocurre un acto invisible: dos almas se entrelazan, y el Nefesh del animal se eleva al calor del Ruaj y la Neshamá del humano. El amor, la compasión y la ternura que despierta una mascota no son solo emociones, sino corrientes de luz que ascienden y regresan, tejiendo un puente entre mundos.
Así, el animal eleva su chispa vital al contacto de un corazón humano que lo ama, y al mismo tiempo, el ser humano encuentra en el animal un espejo que lo despierta hacia su propia humanidad. En ese vínculo silencioso, dueño y mascota participan juntos en el secreto eterno de la vida, recordándonos que toda alma, aún la más pequeña, es parte del resplandor divino.






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